sábado, 26 de marzo de 2011

NADA

A veces nos cuesta llegar a ser dueños de la propia vida, incluso de nuestros propios sueños. Siempre hay alguien dispuesto a soñar, a vivir, a decidir por ti. Y en medio de esta indecisión sobre quiénes somos y que queremos la vida continua y los espacios se ocupan, desplazando quizás, nuestro modo de entender este mundo y, casi más importante, la oportunidad de un mundo nuevo.

Desde un primer momento aquel día se presento agradable, no había muchas nubes, el sol no apretaba mucho, el desayuno terminó de despertarme y además el periódico pronosticaba lluvia; era el día perfecto para dar un corto paseo.

Salí de mi casa con el único propósito de patear un poco el barrio y de paso tomar un poco el fresco; una vez determinado el estado de ánimo y fuera de mi casa pude comprobar que corría un aire demasiado fresco, me arme de valor y comencé el paseo. De vuelta antes de entrar en casa me dio la impresión de que el barrio estaba triste; ya dentro de mi casa, todavía con esa sensación de tristeza pase por la cocina y cogí la jarra del agua, me disponía a beber cuando pise el periódico que seguía abierto por la sección meteorológica, deje la jarra, recogí el periódico del suelo y comencé a leerlo, el periódico no traía mas que esa clase de noticias a las que nos tienen acostumbrado y a las que, por desgracia, nos vamos acostumbrando. Cuando acabe con el periódico cogí de nuevo la jarra para despues de haber bebido recordar lo que decía el periódico y llegar a la conclusión de que el barrio tenia suficientes motivos para estar triste.


 De repente me invadió una sensación de incapacidad operativa o impotencia tal, que me empujo a salir fuera de mi casa en busca de consuelo, al poco tiempo, no recuerdo cómo, comencé a hablar con un hombre que paso por mi lado; era un personaje curioso, mas bien bajito, anchito, de cara regordeta con pinta de bonachón. Nuestra conversación fue divertida e ingeniosa, tratamos temas triviales hasta que al salir de la calle principal y entrar en un cutre callejón me dio la dirección de un local, la llave del mismo y me dijo: “Dentro lo encontraras todo”, para luego desaparecer.


La dirección quedaba lejos pero el día estaba agradable para pasear y decidí averiguar lo antes posible como era “todo”. Aunque aparentemente yo tenía lo suficiente, por lo visto me faltaba algo; pase por alto mi bajo estado de ánimo y comencé a imaginar que era eso que me faltaba. Económicamente vivía bien, por ese lado no me faltaba nada, tampoco me sobraba pero no tenía necesidades; aunque viviese solo tenía mi familia y algún que otro buen amigo, tenía el trabajo que siempre había deseado, chispa más o menos también tenía mi pequeña libertad. 

Evidentemente me faltaban cosas, me faltaba poder sobre los que estaban a mi alrededor, me faltaban los lujos de todos esos famosos millonarios, tampoco era yo uno de esos millonarios; quizás me faltaba el reconocimiento de mis compañeros que bien mirado, ahora que lo iba a tener todo, se habían convertido en una pandilla de inútiles incapacitados; me faltaba ambición de esa grandeza egoísta que tanto se lleva ahora, me faltaban agallas para pasar por encima de todos.


En esto y con la esperanza de encontrar todo eso que me faltaba llegué al local, rápidamente abrí la puerta... , la sensación de impotencia que llevaba conmigo cambio a favor de una tremenda decepción que terminó en una incomprensible felicidad.





Aquel local estaba vacío, allí no había nada.

1991